No es del todo fácil definir lo que es un alimento ‘ecológico’, ‘orgánico’ o ‘biológico’. Es cualquier producto agrícola o agroindustrial cultivado o producido sin productos sintéticos, tales como insecticidas, herbicidas, fungicidas y fertilizantes artificiales. Tiene una connotación de ser más natural. Por tanto, más saludable.

¿Qué problema tienen estos productos sintéticos? Por un lado, estos químicos suelen amenazar la flora y fauna autóctona de las zonas de cultivo, y por otro, la escorrentía -el ‘escurrimiento’ causado por las precipitaciones- arrastra estos componentes químicos a las aguas superficiales, contaminando ríos, lagos y los océanos. Por ejemplo, el fertilizante que llega al mar causa el desarrollo de mareas de algas, las cuales tapan la luz solar que los arrecifes de coral necesitan para sobrevivir. Los peces y otros animales que se nutren en los arrecifes también se ven perjudicados.

En síntesis, estas prácticas convencionales tienen el riesgo de causar serios desequilibrios medioambientales. En términos de salud humana, la presencia de ciertos pesticidas en nuestra comida constituye un peligro de intoxicación.

 En la Unión Europea hay normas estrictas a seguir para poder etiquetar como ‘eco’ o ‘bio’. El Reglamento (CE) 834/2007 estipula, entre otras cosas, que los productores de estos alimentos deben usar únicamente agroquímicos autorizados. Como consecuencia, estos productos suelen ser más caros.